martes, 17 de mayo de 2011
Tengo rabia con Gustavo Cerati
A un año del accidente cerebro vascular del genio músico argentino no puedo más que lamentar, como cientos de miles de fanáticos su situación actual, pero eso no deja de darme coraje en contra de la persona de Gustavo. Hermano, ¿Por qué te ausentaste de esta manera, tan egoísta, tan transgresora, tan Rock & Roll?
Mi experiencia al crecer y escuchar, desde 1986, la música de Soda Stereo, y mi profundo apego al sonido construido por Cerati hizo que en gran parte me convirtiera en un promotor y defensor del rock latinoamericano. La gente en Miami sabe que he dedicado casi toda mi vida a colaborar en lo que pueda con esta causa, y mis argumentos sobre la calidad de lo que se podía hacer con el rock en esta parte del mundo siempre fueron solventados con las obras de Gustavo Cerati: fuera como miembro de Soda Stereo, o como solista. Difícilmente encontré a un detractor de rock en español que, al escuchar lo que hacía Cerati no reconociera que su trabajo tenía estándar mundial, al nivel de cualquier artista del género en el primer mundo.
Pero Gustavo sabí a eso y esa seguridad en sí mismo y sus capacidades tal vez le enceguecieron en cuanto a sus limitaciones como un simple mortal. Su talento para hacer delirar a la élite latinoamericana –porque vamos a reconocer que no es apto para reggeatoneros-, le llenó de soberbia y quiso vivir como un eterno joven en la vida loca, sobretodo de las giras. La droga, la maldita droga, aceleró una ruptura de sus frágiles membranas cerebrales. Aúnenle a esto, el desgaste físico y la vida sedentaria que ya le había ocasionado una flebitis hacia unos años atrás.
No me odien por decir eso: Intentar tapar la adicción de Gustavo no le va a traer de vuelta a la salud. Este tema es un tabú en muchos círculos. Y lo peor es que muchos ídolos nuestros sufren de esta enfermedad. Porque es una enfermedad. Los vicios en general tienen origen en una suerte de aspecto autodestructivo que tiene el ser humano; y viene a ser una suerte de muleta en el camino, un estimulante ante la fatiga, la euforia y la adrenalina de escenario en el caso de las celebridades.
Y muchos colegas se asustaron, vieron que uno de los suyos sucumbió ante el abuso. Por eso estoy enojado. Por estos seres que nos dan tanto, nos entregan tanto, pero que se olvidan de sí mismos, de sus fanáticos, de su familia y de su propio organismo.
Hoy seguimos en agonía de saber que no vuelve en sí el maestro. Algunos han acudido a algunas de sus canciones para mitigar el dolor, ilustrando con algunas de sus letras –casi proféticas–, lo que le iba a pasar. “Me veras volar, por la ciudad de la furia, donde nadie sabe de mí y yo soy parte de todo”...
Alguien tan inteligente, tan ilustrado, tan brillante, tan creativo, tan diestro en la guitarra. Guapo, buena persona, – tuve la oportunidad de entrevistarlo varias veces y siempre mostró presencia, o sea estar presente en la conversación– no como otros artistas. Escuchen mi experiencia entrevistando a Gustavo AQUÍ:
El símbolo de lo “cool” en Latinoamérica. Los que estaban siempre en su círculo de amigos eran más presumidos que él. Una vez Yuzzy Acosta, publicista, empresaria de la música, amiga de Gustavo me dijo: “Los que andan con él presumen que son sus amigos y son arrogantes, mientras tanto él es un divino”. ¿Me explico?
Yo quiero pensar que el genio se encuentra en un viaje astral y que en cualquier momento nos va a sorprender porque tiene toda esta situación bajo control. Que tal vez, simplemente está tomándose un receso de estos tiempos tan abominables de la música latina. Que, quizás, y como dice su canción El Temblor, y como lo cantó varias veces cuando estuvo de gira en el regreso de Soda Stereo por Latinoamérica en el 2007: “Despiértame” – y en lugar de decir: “Cuando pase el Temblor” decía “Cuando pase el Reggeaton”.
Hermano, no te vayas…vuelve. Dios te bendiga.
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