jueves, 4 de diciembre de 2008
lunes, 1 de diciembre de 2008
Con mi música a otra parte
Dos hechos fundamentales motivan hoy la escritura de este blog: El nacimiento de mi segundo hijo y mi inminente cumpleaños número 41. He encontrado que en este tiempo de mayor actividad en mi vida profesional y cuando más improbable sería destinar el tiempo para escribir, sea este el ideal para compartir mi historia. Nunca había estado tan ocupado en diversas actividades y proyectos, por lo que este libro aún no tiene final, pero estoy viviendo el fin de un ciclo en el cual puedo ver al pasado por primera vez con un sentido de propósito y metas realizadas que me permiten decir con certeza que uno mismo es el labrador de su destino cuando tiene una gran pasión por algo.
Cuando estaba en la preparatoria mi profesora de matemáticas me recomendó estudiar alguna ingeniería o ciencia, decía que yo era bueno con los números, pero en cambio escogí las humanidades. Una vez entré a la universidad a estudiar Comunicación Social, me fui todavía más al extremo al decidir que me enfocaría en el mundo de las artes y en particular de la música.
Sólo había un problema: No sabía escribir música ni interpretarla; pero fui un melómano empedernido desde que tuve uso de razón. Heredé de mi padre su amor por la música, pero todavía más de su padre – a quien nunca conocí-, quien en su natal Medellín se hizo famoso por tener una de las colecciones de discos más grandes de la ciudad a comienzos del siglo XX (ver foto), siempre muy interesado en adquirir lo último en tendencias y estilos venidos de Europa y EEUU.
De alguna manera eso me pasó a mí. Hasta los 13 o 14 años, no existía para mí más música que la hecha en inglés. Tuve una afición especial por el rock anglo, y me ufanaba de ser uno de los expertos en la materia. A esa edad llenaba cuadernos con recortes y pegantinas de grupos del rock americano e inglés a mediada que me iba enterando de ellos. ¡Qué iluso yo! Desde una pequeña ciudad como Cali, a miles de millas de distancia del mundo musical roquero estaba un latino, queriendo especializarse en la música de los gringos. Más irónico aún cuando, a través de los años mi vida terminó siendo al revés, en Estados Unidos especializándome en el rock latinoamericano.
Para mi fortuna, me hice conocer por mi prodigiosa memoria en saber nombres de canciones americanas y quién las interpretaba, Eran los años 80, las listas de éxitos eran ocupadas por talentos como Billy Joel, Journey o Genesis. En lugar de vivir el furor de la salsa, la música natural de esa ciudad occidental colombiana, o interesarme por las músicas vernáculas de Latinoamérica, ahí estaba yo, escuchando las dos únicas emisoras que tocaban música “americana” como se le conocía popularmente.
Tuve la fortuna de conocer a personas mayores que habían vivido la movida rockera de los 60 y 70, que incluso que habían vivido en EEUU como estudiantes. Habían mamado la cultura y la música de los años hippies, del flower power y la contracultura. Ya estaban maduros, pero tanto a ellos como a mí nos unía el aprendizaje que hacíamos de nuestro maestro de meditación (Prem Rawat o Maharaji, también conocido en esa época como Guru Maharaj Ji). Ahí estaban ellos, treintones y llenos de experiencia y yo, escuchando fascinado las historias de Woodstock, Ashbury Park, Paris (1968, año en que nací), Los Rolling Stones, Los Beatles, etc.
Debido a circunstancias de la vida terminamos con mi madre y mi hermana en Bogotá para el año 84. Con dificultades económicas, después de una quiebra financiera, volver a la casa de mi abuelo materno- un nonagenario con quien nunca me llevé bien por nuestra diferencia generacional- , el recibimiento fue lejos que amable. Comenzar la vida a los 16 en un nuevo ambiente me expuso a otras manifestaciones. Una gran ciudad latinoamericana siempre tiene mucho que ofrecer y empecé a frecuentar lugares de musica tropical, trova, rock y la diversidad radial me llenó de muchos conocimientos. Pero siempre prevalecía la afición al rock y al pop venido de fuera. Al comenzar la universidad, tuve que trabajar en un par de bares de la zona rosa capitalina y allí comenzó la afición por el rock en español. Eran finales de los años 80 y el BOOM del rock latino estaba en su apogeo. Supongo que fue la decisión de un par de personas que tenían al mando la programación de las emisoras del momento que le “entraron duro” a programar canciones venidas principalmente de Argentina, España y México en una suerte de invasión hispana de rock en el espacio radial que antes pertenecía a los todopoderosos músicos anglos y para mí no había nada más importante sucediendo en el mundo que EL ROCK EN ESPAÑOL. ¿Por qué? Por que era alo mío. Ya mis oídos se habían curtido en la sapiencia del género, ya hablaba inglés, gracias a la educación bilingüe que había recibido en mi primaria y secundaria y ya sentía que le había rendido demasiado tributo a figuras que por ahí nunca iba a conocer o que no les importaba que en un país tercermundista había un fanático de ellos que se sabía todas sus canciones. No, los rockeros latinos eran mi realidad y pude empezar a conocerlos…en persona.
Era 1988 y cursaba los últimos semestres en la facultad. La colección de discos de vinilo, cassettes y algunos pocos flamantes CD’s que tenía de musica “americana” – ojo incluyo a los ingleses también, y australianos, o sino cómo olvidar a INXS, Men At Work o Midnight Oil-, había pasado a un segundo plano. Mientras que lo cassettes copiados a terceros, que a su vez los habían copiado a terceros, con el mejor repertorio de nuestro rock – como le llamábamos- iba creciendo día a día. Si bien las estaciones Radioactiva o la Super Stereo 88.9 FM presentaban buena cantidad de grupos, la sed por conocerlo todo era superior y la industria discográfica nacional no editaba suficientes títulos de los grupos internacionales. Fundamentalmente los grupos que más pegaron en esos años en Colombia vinieron de Argentina: SODA STEREO, ENANITOS VERDES, MIGUEL MATEOS. CHARLY GARCIA, VIRUS Chile: LOS PRISIONEROS, LA L EY. México: CAIFANES, España: LOS TOREROS MUERTOS, LA UNION, MECANO, ALASKA & DINARAMA, HOMBRES G, lo cierto es que la demanda por esta música entre la juventud hacia que las disqueras editaran todo lo que podían, mas no alcanzaban a satisfacer esa curiosidad y yo me iba a la Avenida 19 a buscar e intercambiar musica (tal como sucede en El Chopo en México, El Rastro en Madrid o El Parque Japonés en Buenos Aires). A veces simplemente grababa de la radio los especiales que hacían, mas que para escucharlos de nuevo, para dejar un archivo de esos días.
Estaba claro: esto era lo único que me importaba, profesionalmente hablando. Me hice colaborador de la emisora universitaria para poder estar cerca de la música y pronto estaba haciendo los primeros pinitos en locución. Llegué a programar hasta 50 horas semanales de músicas en la HJCK Javeriana Estereo 91.9 FM programas como (Clásicos del Rock, Rock de Europa, Rock Ibero, Nueva Era, Jazz) y tuve la suerte de conocer a muchos estudiantes de música y de comunicaciones que enriquecieron mi perspectiva de la musica y su impacto en la sociedad. Una da esas personas, que considero todavía un mentor, fue el Decano de la facultad de Musica en ese entonces y hoy director de la emisora Javeriana, quien tuve yo la suerte de tener como director de tesis de grado, Guillermo Gaviria. Gaviria había estudiado en Julliard Music School en Nueva York y traía una visión muy progresista de lo que debía ser una emisora cultural y universitaria. Al tiempo yo quería aprender cómo programar una emisora basado en los principios estéticos y artísticos y no comerciales. Para mi grata sorpresa a Gaviria le interesó dirigirle la tesis a alguien que no era músico – tengan en cuenta que para siquiera acercársele a él uno tenía que mínimo tocar un instrumento y saber solfeo – pero yo, un simple melómano, estaba aprendiendo teoría y apreciación musical en forma intensiva para poder graduarme con una tesis llamada “Programación Radial Musical en las Radios FM de Bogotá” en la cual analizábamos el estilo, las características y el diagnostico de cómo estaba los artístico de la musica en función de otras prioridades como intereses discográficos, la educación de la ciudadanía, lo popular vs. Lo académico. Durante un año estudié el mundo de la radio por dentro y por fuera. A los pocos meses de iniciar la tesis participé en el primer proyecto de radio comercial en FM donde se conjugaban noticias y musica – algo inédito si se tiene en cuenta que las noticias pertenecían al mudo de la AM-, pero un visionario y competente periodista, Julio Sánchez Cristo, comenzaba “Viva FM” en Caracol, luego pasó a RCN y volvió a Caracol, en fin, con distintos nombres y distinto equipo de trabajo pero siempre con él a la cabeza. Ingresé a la nómina de practicantes que lo único que tenían que hacer era ubicar por teléfono a las personalidades que hicieran noticia determinado día, no importaba en que parte del mundo fuera, por lo que era necesario hablar inglés y yo por fortuna lo hablaba.
La experiencia fuera de la universidad fue traumática, por decir lo menos. De trabajar en un medio parroquial –como le llamaba yo, y no por pertenecer a los Jesuitas, sino porque todo era pequeño, amigable, sin tensión- a entrar todos los días a las 5 AM a recibir los gritos del director y sufrir el estrés típico de una radio nacional en vivo fue demasiado para mí”. No aguanté sino un mes. Pero me quedó claro que el mundo laboral no iba a ser un jardín de rosas y que aún tenía mucho que aprender en el competitivo mundo de los medios “comerciales” de comunicación.
Debido a que mi padre, quien se había divorciado de mi madre cuando yo tenia 10 años, se había radicado en EEUU, logrando hacerse ciudadano en una época en que esto era mas fácil, resultó que, a petición de mi propia madre, se nos fue solicitada a mi hermana y a mí, una visa de residencia en ese país en un trámite que tardó mas de 5 años. Alcancé a hacer toda mi carrera universitaria porque los papeles que había ingresado mi padre se enviaron por error a la embajada americana en Bolivia y se extraviaron, por lo que tardó más tiempo en definirse nuestra situación. Mientras tanto yo la estaba pasando “de lo más bien” –como dicen los cubanos-, allí en “Tabogo”. Además de los programas que presentaba en Javeriana Estereo, ya me había agenciado un trabajo en Discos Phillips, una de las disqueras más importantes del país, filial del grupo Polygram, que más tarde sería comprada por Universal Music. Allí fungí como Label Manager y le reportaba directamente a las oficinas principales en Londres. Así es, mi cargo era Jefe del Repertorio Anglo, responsable de llevar los lanzamientos de artistas tan importantes como The Cure, U2, Sting, Metallica, Elton John, entre otros. Y como si fuera poco, gracias a los contactos que hice durante mi trabajo en el sello me dieron en Radioactiva, la cadena rockera de cobertura nacional, un programa los domingos de Rock Alternativo llamado “Zona Gris” – que muchos todavía recuerdan-. Otro programa que hice fue “Enigma” en Javeriana Estereo con Héctor Buitrago (Aterciopelados) y Mónica Vásquez. Allí se presentó por primera vez el tema “Mujer gala” que fue el que catapultó a Aterciopelados a la fama, grabado en los propios estudios de esa emisora.
Por eso me entenderán cuando les digo que yo no tenía ganas de irme de Colombia. A pesar de la situación del país y que mi madre, mi hermana y mi padre, mi familia mas inmediata- estaban en la Florida, yo estaba solo pero ocupado. Un tortuoso noviazgo me restaba energía claro; la incertidumbre de si me iba o me quedaba no ayudaba mucho y veía como cada día me acercaba más a tener que decidir lo que iba a hacer con mi vida.
Ya había pasado unos meses en Miami antes de trabajar en la disquera y no había podido conseguir trabajo en ningún medio de comunicación. Lo único que logré fue trabajar en una tienda de electrónicos muy famosa en un mall turístico y una pequenia pasantía en un programa matutino que tenían unos colombianos en AM. Resulta que el enfoque del programa era alimentar la nostalgia por el terruño abandonado y hablar de música y deportes. Para comenzar no tenía nostalgia del país –acababa de venir de él-, no tenía el más mínimo interés en los deportes ni en la música criolla y por supuesto no encajé para nada, es más, creo que no ayudó mucho a mi pretensión de progresar en un medio de comunicación hispano aquí en el “gabacho”.
La vida pintaba bien en Colombia. Había tenido conversaciones con unos productores de televisión para presentar un programa de musica, me había comprado un auto y pronto iba a independizarme de mi abuelo pues en el ocaso de su vida su mayor tortura era escuchar mi musica a todo volumen y ver entrar y salir a unos locos, que eran mis amigos, de su casa. Bueno, alguna que otra loca también, pero eso es otro tema.
Era tiempo de alcanzar las estrellas en tu propia tierra pero una llamada cambiaria mi destino para siempre. Mi madre me hablaba desde Miami pidiéndome que me fuera, que no perdiera mi visa de residente y que intentara buscar un futuro en EEUU con su ayuda y la de mi hermana. En otras palabras, podía no tener que trabajar hasta que encontrara algo que me gustara. Mi frustración en el primer intento de vivir en Miami había sido tal que no quería repetir la experiencia y mi madre sabía que era muy importante mi pasión por trabajar en los medios, así que decidió hacer el ofrecimiento.
Llegué a Miami el 31 de diciembre de 1992 con un proyecto muy concreto entre manos. Gracias a mi trabajo en Phillips, había conocido al manager en ese entonces del grupo chileno La Ley, Alejandro Sanfuentes. Cuando le escuché decir que el grupo quería filmar en el extranjero un video clip, inmediatamente se me vino a la cabeza hablarle de un amigo, Simón Brand, que se estaba haciendo un prestigio como director de videos en Miami y a quien yo le hacia algo de prensa cada vez que iba a Colombia. El grupo contactó a Simón y lo invitó a Santiago de Chile donde finiquitaron los detalles del rodaje en Miami, razón por la cual fui invitado por Simón a producir el video. Como el presupuesto no era grande –ya la mayoría se había ido en los pasajes del grupo- había que rendir la producción lo más que se pudiera. Eso incluyó alojar a Beto Cuevas, Mauricio Clavería, Luciano Rojas y Andrés Bobe – sí, el difunto guitarrista y fundador del grupo a quien tuve el agrado de conocer- en hostales y apartamentos de amistades. Por ejemplo Andrés se alojó donde mi hermana. El tema del videoclip fue “Auto-Ruta (Feel the Skin)”, primer sencillo del disco “La Ley”, de 1993, el cual se filmó en la ruta 27 (Okechobee Rd) a las afueras de Hialeah, Florida. La mayor parte del tiempo se ve a Bobe conduciendo una motocicleta, medio de transporte que después le ocasionaría la muerte por accidente a las afueras de Santiago, el 10 de abril de 1994, después de realizar un concierto benéfico. Con Simón fundamos Kree8, una compañía que hoy por hoy tiene un importante récord de videos a las más grandes estrellas de la canción latina, pero eso fue una labor de Simón ya que yo me retiré del proyecto tan pronto se hizo ese primer video. Es que lo que yo quería era hacer radio, pero buscaba trabajo también en las disqueras, porque sabía que de alguna manera todo estaba relacionado. A mediados del 93’ responde a mi solicitud de trabajo el sello EMI Latin (hoy EMI Televisa) y comienzo a trabajar de promotor discográfico para el área sudeste, atendiendo mercados como Georgia, Luisiana y Florida. ¿El repertorio? Latino (Balada Pop,Tropical y Regional Mexicano). No es de extrañar la falta del rock latino en el reino de lo que se consida latino en los Estados Unidos. Gran parte en esta historia de mi vida tiene fundamento en la lucha por lograr la igualdad de participación en las ondas radiales y demás medios del rock hecho en nuestro idioma, pero antes de conocer los motivos históricos y sociológicos de por que este genero no estaba considerado en el panorama radial y general de los medios, tenia que comer y la oportunidad de entrar por algún lado se me había presentado. Siempre oímos que Dios escribe con letra torcida y este fue uno de los más claros ejemplos.
Tuve la oportunidad de trabajar de cerca con varios artistas muy queridos por la comunidad hispana de EEUU como la desaparecida Selena, a quien iba a recibir al aeropuerto cada vez que venia. Trabajé con Álvaro Torres, Barrio Boyz, Graciela Beltrán, Sergio Denis, Jon Secada, Jorge González – sí, el mismo de Los Prisioneros, a quien acompañé en su plan de prensa en Miami para su disco como solista- y todos los que en ese momento estaban vinculados al sello EMI Latin. Fueron seis meses que viví aprendiendo lo que era mi nueva realidad como inmigrante y como mi deber era hacer “lo que me correspondía” para pegar a estos artistas en las emisoras de radio y canales de televisión que yo atendía. Ya la otra parte, la de la “payola” la manejaban otras personas. Pero eso correspondía a mis jefes. Yo sólo tenía que poner mi cara de tonto y pedir que pusieran las canciones, cosa que lograba algunas veces y otras no. Recuerdo un caso con el grupo Amanecer, que ni siquiera sé si existe mas. El gran jefe, director del sello en ese entonces, José Behar, en conferencia nacional con todos los promotores, dijo que tenía una semana para lograr que una canción entrara a rotación en las emisoras asignadas a mi territorio, que si no lo lograba me tenía que ir. Yo temblaba del susto y garanticé el éxito de dicha misión. La siguiente semana me vi rogando, casi de rodillas a los programadores que pusieran la puta canción que si no eso me iba a costar el puesto. Muchos lo hicieron, más que por el valor del tema, que no era tan malo después de todo, pero que no tenía pinta de éxito para nada- sino por darme una mano. Ahí aprendí cómo se cocían las habas en este negocio. Y no, no me botaron, pero me botaron pocos meses después porque empecé a recibir acoso de parte del jefe inmediato que tenía, así es acoso sexual de un ejecutivo del sello, que al no ser correspondido, empezó a hacerme la vida imposible. Fui despedido por este mismo individuo al poco tiempo, pero eso me sirvió para despertar cierta simpatía, o lástima debiera decir, por un empleado de la radio local que, al oír mi historia, abogó frente a la directora de programación de ese entonces para que me diera un chance en la radio, ya él sabía que mi verdadera ambición era hacer ser locutor en el nuevo país. Así, por mérito propio o por compasión, fui dado un espacio radial los domingos a la mañana en lo que se dio a conocer como “BOOM, con el mejor rock latino de América y Europa”, al lado del dj Fabio Vallebona, un argentino experto en el rock de su país con quien tuve buena empatía (ver foto) en la estación Radio Ritmo 98.3 FM, hoy desaparecida, por la oportunidad que me dieron Betty Pino como directora de programación y su asistente, Eduardo Álvarez.
¿Qué les puedo decir del Miami de principios de los años 90 que no tenga un sabor de falsedad? ¿No es acaso esta gran extensión de edificios y de interminables barrios suburbanos considerada una ciudad del primer mundo, llamada por muchos la capital de Latinoamérica? Vamos a ver. Para bien y para mal, Miami es dominada por un grupo étnico latino predominante como es el cubano. Para bien de todos los hispanos, esta ciudad es benévola, receptiva y hasta generosa con la inmigración hispana por encima de otras grandes urbes como Nueva York y Los Ángeles. Algunos lo encuentran negativo el hecho de que no se necesite mucho hablar inglés para resolver asuntos de la vida diaria gracias a que casi todo el mundo, salvo la minoría blanca o afro americana -por que aquí son minoría-, la mayoría de los habitantes son de origen latino y eso permite la tolerancia a no hablar inglés. Si no hablas inglés aquí te haces entender, por que hasta en la corte hay un intérprete para tus necesidades de comunicación. Esta condescendencia, que considero no es buena por el bien del inmigrante- se la debemos única y exclusivamente a la presencia, hace ya cuatro décadas de los cubanos, que en forma masiva, constante y en algunos casos trágica, han ido llegando a la península floridiana huyendo del cruel y terrible régimen totalitario castrista. Una de las cosas que primero se aprende en Miami es a entender la problemática cubana y a hacerse solidario con su causa. Eso no tiene discusión. Los cubanos, en su mayoría, han levantado, construido y mantenido esta ciudad como un bastión de hispanidad y buen estándar de vida. Digo en su mayoría, ya que no faltan también los casos de corrupción administrativa, pero eso pasa hasta en las mejores familias. Yo llegué proveniente de una ciudad fría, con el temperamento aislado de sus gentes como es Bogotá, a un emporio caribeño más al estilo de Barranquilla, Caracas o Santo Domingo donde la temperatura de la alegría, la franqueza y la necesidad de bailar es tan alta como el clima. Llegar a Miami es llegar al Caribe y eso es de agradecer. Pero al llegar aquí me di cuenta que la musica popular latina se componía básicamente de lo tropical y lo romántico. Todas las radios en español orbitaban básicamente entre estos dos polos. Pensar en escuchar algo distinto como un rock, un tango o un vals era improbable. ¿Por qué? Porque no eran cubanos.
Con los años todo esto ha cambiado, la creciente inmigración venida de Sur y Centroamérica ha presionado para que el contenido de algunos medios, algunos dominados incluso por no-cubanos, ha enriquecido el espectro de lo que se escucha. Pero antes, si algo no había sonado en Cuba, en cualquier época lejana o reciente, entonces no existía, y eso fue motivo de grandes obstáculos para mí. Yo tengo una infinidad de cosas que agradecerle a los cubanos, ninguna ciudad de Estados Unidos es tan cómoda para vivir al estilo de vida latino, donde hablar Español no es motivo de vergüenza sino de orgullo, y eso se lo debemos a los que llegaron primero aquí que fueron los cubanos. Cosa que no he sentido en Los Ángeles, donde siento el temor de la gente inmigrante y nacida ahí de padres inmigrantes –especialmente mexicanos-, que no han impuesto su idioma con tanta vehemencia como los cubanos.
No obstante, cuando empezamos el programa de rock latino en la radio mi amigo y yo no podíamos creer la emoción y la euforia que ocasionó entre la audiencia estar en Miami y escuchar en las ondas a gente como Fito Páez, Charly García, Café Tacuba o Maná. Las llamadas, los faxes, las cartas eran de abrumador respaldo. En su mayoría jóvenes provenientes de Argentina, Colombia, Venezuela, Perú, Chile, México etc. pedían más y más tiempo para el programa – pues sólo era de una hora semanal-. Era el comienzo de la señal de MTV Latinoamérica que por esos días lanzaba su canal también desde Miami. La posibilidad de ver ese canal, la aparición de nuestro programa de radio y la iniciación también de conciertos con bandas de rock latino locales e internacionales hacían que en Miami se pensara en el Rock en Español como “la siguiente ola”. Por primera vez sonaron canciones en la radio como “Matador” de Los Fabulosos Cadillacs, “Lamento boliviano” de Los Enanitos Verdes, “Me vale” de Maná, “Sin documentos” de Los Rodríguez, “Pachanga” de Vilma Palma e Vampiros y sí, por primera vez en EEUU el “Estoy aquí” de Shakira. Sí, tenemos el record de haber puesto en la radio de EEUU a Shakira y fuera del programa, en esa misma estación, trajimos de Colombia el gran “La gota fria” de Carlos Vives como también introdujimos a “Macarena” de Los del Río a la audiencia de Miami, entrando posteriormente a todo EEUU.
Por eso tengo los mejores recuerdos de haber entrevistado por primera vez para ellos en EEUU a gente como Shakira, Carlos Vives, y para este lado del país a Soda Stereo, Maná, Fito Páez, Andrés Calamaro, Caifanes, Vilma Palma e Vampiros, Alejandra Guzmán, Aterciopelados, Bacilos y Julieta Venegas entre otros. Muchas de esas entrevistas las conservo grabadas todavía y pienso ponerlas a disposición algún día. Por supuesto la vida social mejoró muchísimo con la presencia del programa. Los clubes que empezaron a tocar esta musica en la ciudad, especialmente La Covacha y El Grill, atraían a centenares de jóvenes ávidos de escuchar mas y conocer a otros semejantes que disfrutaban del mismo sonido. Son incontables los artículos que salieron publicados en diarios como The Miami HErald, El Herald, New Times, y mas que reseñaban la movida que estaba surgiendo en la ahora sí naciente capital de América Latina. No tengo que ocultar que la gente que seguia al rock latino tenia en común un nivel socioeconómico superior al que seguia a la musica tropical. De alguna manera era como que escuchar rock en español era una protesta a la hegemonía radial de la salsa, el merengue y la bachata que, por lo general era escuchado por un plebe de escasa educación. En Puerto Rico esto se hizo bien manifiesto cuando ocurrió el gran boom del rock latino en 1995. Estaban los rockeros y los cocolos (salseros), los rockeros eran los niños bien, blanquitos y acomodados. Esta distinción me resultaba odiosa; nunca busqué conseguir adeptos al rock latino por esos motivos, sino porque realmente creía en las calidades estéticas y artísticas que muchos de estos grupos estaban consiguiendo. Pero era como que lo que algunos de nosotros oíamos no era lo que la mayoría de la gente oía. Es curioso, porque en mi natal país para muchos jóvenes oír rock en español no era algo tan glamoroso; de hecho algunos lo veían como corriente, ordinario, mañé. Los niños bien solían escuchar el pop y rock en ingles que yo tanto adoraba, más en EEUU esta musica había adquirido una totalmente nueva dimensión, la de una identidad de aquellos que no queríamos ser catalogados como tropicales, románticos o regionales mexicanos. Muchos inmigrantes jóvenes y aun latinos nacidos en EEUU encontraron en el rock latino una salida a la constante presión ejercida por las músicas de los mayores, padres que traían como costumbre escuchar rancheras, boleros, baladas, sonidos con los que estos no se identificaban. Un estudio universitario reveló que en los 90 la musica que escuchaban en común tanto hispanos de la costa este como de la costa oeste era el rock en español ya que era de esperarse que se oyera todo lo mexicano mas hacía el oeste y lo caribeño mas hacia el este, pero bueno, ahí estábamos los que queríamos algo mas de lo que nos tiraba la radio y tv tradicional.
Al mismo tiempo tenia que ganarme la vida. Después de mi nefasta experiencia en EMI conseguí trabajo en otro sello, Discos Fuentes, un sello de musica bailable colombiana que se había asociado con otro, Velvet, un sello de igual naturaleza pero venezolano. En Miami se llamaba Vedisco y cumplí deberes, de nuevo como promotor. En poco tiempo estaba promoviendo a grupos como La Sonora Dinamita y Titanes para EEUU. Entre semana estaba bregando a meter temas de estos talentos en al radio y los domingos era el “Disc Jockey Radioactivo” apelativo que tomé de mis días en Radiaoctiva, la emisora en Bogotá.
Ese trabajo no duró mucho, Lo único rescatable fue que convencí a los dueños de que publicaran un disco del grupo colombiano de rock Estados Alterados, el cual me comprometí personalmente a promover. Los escépticos dueños lo hicieron más por mi entusiasmo que por creer en el proyecto. Los paisas vinieron a Miami a promover el lanzamiento –incluso se quedaron en mi casa- y les conseguí rotación en varias emisoras. Fueron invitados a Chicago a dar un concierto y conectaron bastante con el canal MTV de ese entonces. En general, una experiencia bonita que todos recordamos.
Mi experiencia en prensa escrita comenzó en periódico en español Viva Semanal, de circulación local. Allí manejaba la sección de farándula. Esto contribuyó también a fomentar la incursión del rock en castellano. No obstante, tuve la oportunidad de entrevistar muchas figuras de la musica en general como Julio Iglesias, Raphael, Carlos Mata, Luis Enrique, Gloria Trevi, Bárbara Palacios, en fin, de todo y para todos. Esto me dio un vuelo distinto a la forma de presentar mi rollo. En el 95’ ya existía una publicación sobre musica latina alternativa en Los Ángeles llamada La Banda Elastica, considerada la decana en Estados Unidos en cuanto al rock en español. Pues pronto estaba yo haciendo contacto con ellos para convertirme en su corresponsal desde Miami. En realidad estaban pasando tantas cosas en esta ciudad como los Unplugged de MTV (Los Fabulosos Cadillacs, Caifanes, Charly Garcia, El Tri, Luis Alberto Spinetta, Illya Kuryaki & The Valderramas), conciertos y visitas de artistas en particular a MTV Latinoamérica, que se necesitaba un reportero aquí, claro, ad honorem. Yo, no sólo enviaba artículos para L.A., sino que les distribuía la revista por acá. Mientras trabajaba como escritor comencé a promover fiestas donde yo mismo era el DJ y ponía cercanos míos a cobrar en la puerta. Por supuesto una pésima idea.
A todo esto el programa de radio continuaba, ya empezaba a mudarse de emisoras, en esa larga lista que siguió a su primera mutación de nombre y estación. Ya que habían vendido la emisora, mi programa se salvó pero querían que le diera otro nombre pues no querían que nada recordara a la antigua Radio Ritmo, si bien la nueva estación se llamaba 98 Caliente –sí, ya sé, que horrible nombre-. Me pidieron que buscara nombres alusivos a la idea de caliente. Traje varios de ellos “98 Grados” , “el incinerador”, “el infierno” – ese no gustó mucho-. El ultimo era “Fuego Rock” el cual era el que menos me gustaba pero para Gino Reyes mi nuevo jefe, ese era el elegido.
La sintonía era brutal, ya los libros de Arbitron atestiguaban el rating de Fuego Rock. Comencé de domingo a jueves de 10 a 11 PM. Los domingos se transmitía en vivo desde La Covacha, un popular club de la ciudad y llegamos a transmitir conciertos con Los Pericos, Los Auténticos Decadentes, Desorden Publico, Illy Kuryaki & The Valderramas, Zapato 3, Rabanes, Los Ladrones Sueltos, en fin. Las rumbas eran memorables. Digamos que hubo mucha gozadera, pero pronto vendría la hora de sentar cabeza y fue cuando Linda llegó a mi vida.
A Linda ya la había conocido desde que Boom radio se hacía, me había escrito una carta a puño y letra que celebraba la aparición de este tipo de show y firmaba “Linda Carta”. Allí decía que, desde que había venido de Venezuela a vivir a Miami no escuchaba un programa así y que le gustaba. Yo bromeé en el aire que alguien había escrito una carta y la había firmado Linda Carta, me parecía curioso el seudónimo. Luego, en una fiesta de las muchas que organizábamos Linda apareció, se acerco a mí y dijo “soy Linda Carta y ese es mi verdadero nombre’. Bueno, me disculpé ‘no pensé que alguien pudiera llamarse así, y bromeando le dije que de ahora en adelante ella sería mi precioso fax, mi bella misiva. Recuerdo que se lo comenté en el aire a mi socio Fabio Vallebona que por esos días seguía conmigo. Le dije ‘conocí a Linda Carta y en realidad es linda’. Eso fue todo lo que supe de Linda hasta los días en que Fuego Rock salía casi diariamente. De vez en cuando la llamaba, pues me había gustado pero temía un poco que era demasiado joven – recién estaba terminando high school y comenzando la universidad, a estudiar comunicaciones-.
Era domingo y me llamaron para avisarme que ese día llegaba a la ciudad un exitoso joven cantautor español de nombre Alejandro Sanz, y que no tenían a dónde llevarlo a hacer radio y que si podían llevarlo a mi programa. Es verdad, créanme, ninguna estación de radio se había interesado en entrevistarlo, y ya era 1995, o sea el tipo ya era grande en Latinoamérica. Yo por supuesto les dije que sí; si bien mi programa no tocaba su musica, reconocía que era un gran compositor y me interesaba conocerle. Allí llegó el menudo madrileño, con una enrevesada lengua que me dificultaba entender lo que decía, mucho acento andaluz me parece. Le comenté que lo mío no era mucho la musica romántica pero que apreciaba lo que hacía y que en el fondo todos los rockeros teníamos nuestro corazoncito. Entre las muchas llamadas que entraron a saludar al astro, y en realidad eran muchas, contesté la llamada de Linda quien internamente me dijo que yo era un malo por no haberle avisado que Sanz estaba en cabina. Le dije, ‘recién me avisaron hoy pero, vente y lo conoces’. Linda era y es súper fanática de Sanz, así que no dudé que viniera. Sanz había logrado lo que yo no, hacer que Linda viniera a visitarme. Y si bien vino y lo conoció, inmediatamente pude ver en su cara una suerte de desilusión al ver al escuálido Alejandro, ojeroso y cansado a pocos minutos de irse de ahí pues al día siguiente iba a hacer unos programas de televisión y tenía que madrugar. Hoy en día por supuesto Alejandro no tiene ese aspecto, esta un poco mejor alimentado y bronceado ya que vive en una de las casas más espectaculares que he visto en la bahía de Miami. Sobre ese día lo único que recuerdo es que Linda había venido y eso era todo lo que importaba.
Nace ¡BOOM!
Me encontraba en Puerto Rico para asistir el primer Festival Internacional de Pop Rock Latino organizado por una emisora local, el Dj Funky Joe y con el apoyo discográfico de Sony y Warner. Artistas como La Ley, Fito Páez, Seguridad Social, Pedro Suárez-Vértiz, Desorden Público, Nanette y Éxodo, entre otros figuraban en el cartel esa noche. Sony nos había llevado a la isla invitado a cubrir el evento. Se imaginaran que todos los periodistas relacionados al género estaban presentes allí. De Los Ángeles habían invitado a Emilio Morales y Maria Madrigal, dueños de la revista La Banda Elástica. Siempre he admirado a Emilio y a Maria, él, un increíble diseñador grafico y ella una iluminada fotógrafa por pensar en un apelativo correcto, una maga del lente definitivamente. Me parecen una pareja muy bonita por la causa que habían emprendido al crear una revista como LBE y yo les colaboraba de verdad con entusiasmo. Recuerdo la tarde que caía nosotros conversando sobre la importancia que estaba adquiriendo Miami en el panorama y como base de los cuarteles generales de las principales disqueras latinas yo me encontraba en una posición estratégica para pedir apoyo y traer avisos que es algo que siempre se aprecia cuando se tiene cualquier medio de comunicación. En otras palabras, me sinceré y les dije que yo podía ayudarle mucho a La Banda Elástica si me nombraban socio. Ellos se miraron y recuerdo a Emilio mirar hacia el horizonte y decir algo totalmente distinto a lo que yo acababa de plantear cambiando de tema como si jamás hubiera dicho algo. En ese momento entendí que debía sacar esa idea de mi cabeza y fue cuando por primera vez pensé en la posibilidad de lanzar mi propia revista.
Tengo que aclarar que varios antecedentes me habían llevado a pensar en la posibilidad de iniciar una publicación. En un esfuerzo conjunto con otra colega de Viva, habíamos realizado un suplemento muy lindo sobre el rock latino que curiosamente habíamos llamado ¡BOOM! En él, pretendíamos contar un poco, a manera de introducción, la importancia del rock en países como Argentina, México, Colombia, Perú y España. Recuerdo que hicimos una reseña extensa de Maná que luego el grupo supo agradecer en el aire durante una entrevista.
Era finales de 1995 y ya veía yo que mi vida se encontraba en una gran disyuntiva: Esto de ser abanderado del rock latino había llegado demasiado lejos. De hecho había declinado algunas ofertas en prensa y emisoras que me planteaban cubrir o comentar otros temas y otros ritmos por que me sentía comprometido con esta musica. Ya tenia un buen cúmulo de artículos con entrevistas que me habían hecho presentándome como un rebelde, un precursor, en algunos casos como un quijote, arando en un terreno infértil para esta música en esta zona del país. Siempre pensé que todo el esfuerzo que le había puesto a la difusión de esta musica en ciudades como Los Ángeles o Houston me hubiera arrojado mejores resultados, pero quizás el miedo a no ser mexicano me retuvo de intentarlo. No era común encontrar un colombiano promoviendo rock cuando ‘hermano, tenemos cumbia, salsa, vallenato, parce’ me dijeron alguna vez. En fin, la paga tampoco era tan buena en el periódico y la radio, pues no era una estrella radial de la mañana en días laborales (morning drive), que es donde realmente ganan los Disc Jockeys en este país, o quizás en la hora del almuerzo y el afternoon drive. Mejor dicho no era un Javier Romero porque no quería. Ese tipo de locutor engolado, acartonado, de antigua que gustaba a las viejitas y que tenían en primer lugar a los locutores como el no iba conmigo. Y si bien la diferencia no era que hablara como un loco o en forma transgresora, es más yo hablo mas como locutor de radio cultural que es lo que me gusta-, lo que me diferenciaba de todos los locutores de radio del mundo latino y anglo es que todos se tienen que ceñir a una lista pre-programada de lo que se debe tocar y yo no quería hacer eso. Yo quería tocar la musica que a mí me parecía tenía valor y sentido de ser tocada. Por eso siempre recibí los turnos y espacios que nadie quería tener, o los que se consideraban alternativos. Por más de dos años estuve en el turno de 12 de la medianoche a 2 de la madrugada, en unos de esos tantos movimientos que hubo de cambio de dueños de la estación, en donde entraba siempre un nuevo Director de Programación y quería tumbar mi programa, pero no lo hacía por dos motivos fundamentales: tenía pauta (anuncios comerciales que pedían explícitamente estar en ese programa y una buena base de oyentes, o sea rating). En otras palabras, el rock latino sonó en las emisoras más insólitas conmigo. Desde 98 Caliente, luego a Tropical 98.3 a Caracol AM, a Radio Uno AM, La Poderosa AM etc etc etc. Pero esa inestabilidad y la falta de apoyo por parte de los directivos de las estaciones que solo les interesaba la pauta que les traía mas no apoyar la diversidad o a lo nuevo por el sólo hecho de no conocerlo, me obligó a pensar que tenía que hacer algo con mi vida si quería llegar a alguna parte con todo esto.
“Haz algo que nadie mas esté haciendo y que tú puedas hacer bien”, me dijo mi madre una vez sentados en la mesa en la cocina del apartamento donde vivíamos. ‘Qué puedo hacer yo que nadie más esté haciendo y que pueda hacer bien, o al menos lucir como bien’, me pregunté. ‘Una revista’ le dije, pues dale por ahí, dijo. Los latinos somos muy entregados a nuestros padres yo lo soy a mi madre, no me importa admitirlo.
Hice una convocatoria por el show de radio a estudiantes interesados en participar en un proyecto nuevo de comunicación que iba a contar en forma escrita el acontecer del rock latino en Miami, EEUU y el mundo. Hicimos una reunión en mi apartamento y adivinen quien apareció… Linda. De esos primeros colaboradores de la revista no quedó nadie sino ella, y juntos estamos hasta el día de hoy, mi esposa, co-fundadora de BOOM! y madre de mi primera hija, Lhasa Victoria Posada Carta.
No es de extrañar entonces el carácter profundamente sentimental que tengo con ¡BOOM! la revista que todavía editamos aquí en Miami y para todo EEUU y Puerto Rico en papel, con su respectivo website www.boomonline.com Son 11 años de contínua publicación, aunque a veces nos hayamos dudosos para continuar.
Era marzo de 1996 y en nuestras manos teníamos el primer número de la revista ¡BOOM! Queríamos tenerla lista para ese mes pues en la portada se encontraba el grupo que para muchos de nosotros representaba lo mas excelso del rock en español: Soda Stereo. La afición por Soda Stereo y Gustavo Cerati no debe tomar mucho en explicarse para quien conoce de esta historia. Sencillamente “su majestad”, así se definen en el medio, algo como lo que es U2 o Coldplay para los amantes del Brit Rock. Sencillamente geniales. Y era marzo la fecha del concierto que el trío argentino ofrecía en Miami para la promoción de su disco Sueño Stereo que constituía un regreso al ruedo después de tres años. La emoción era grande, muchos habían sido los meses de plantación, de búsqueda de fondos, de planear la estrategia. Y ahí estábamos, repartiendo la primera revista a la salida del concierto. Con Soda viví uno de los más fulgurantes periodos de fanatismo en mis días en la facultad y ahora estaba aquí, entrevistando a Zeta, Gustavo y Charly en mi programa de radio. Todo empezaba a arrojar sentido. Aún en Colombia hubiera sido difícil esta serenidad, esta total disposición de estas celebridades. Hubiera tenido que estar en un medio de importancia nacional quizás o ser muy amigo del promotor. Recordaba siempre los tumultos, la montonera que se formaba siempre que las celebridades llegaban al país para lograr unos segundos de declaraciones que serian utilizadas por todos los medios; y ahí estaba yo, sentado plácidamente en mi cabina de radio entrevistando a Soda Stereo. Esta sensación se ha repetido y se sigue repitiendo desde entonces; la de que a algunos de estos individuos, al estar en Miami y no haber tantos medios de comunicación interesados en lo que hacen por no ser “comercial”, su actitud frente a la prensa tiende a cambiar y a mostrar un poco mas de interés en las entrevistas. No es como ‘ahí viene el boludo de tal o cual noticiero’ sino ‘tengo en frente mío a uno de los pocos que va a apoyar mi musica, por eso, démosle bola’.
Así empezaron a desfilar por el programa gente como Shakira, Maná, Alejandra Guzman, Caifanes y un largo etc. Lo que hacíamos era que grabábamos el audio de las entrevistas – el video vino después-, pero todo eso lo trascribíamos y luego lo publicábamos en la revista para el deleite de fanáticos en otros puntos del país. Es así como las primeras portadas tuvieron a un pelinegra Shakira, a pelilargo Fito, a un fashion oriented Beto Cuevas o un místico Saúl Hernández. Uno de los recuerdos más bonitos del primer año de BOOM lo viví con Soraya.
¡BOOM! tuvo la fortuna de ser la primera portada de una revista para Soraya y mi programa el primero en tocar su música y en entrevistarla, según ella misma. Su manera de expresarse verbal y musicalmente, su entusiasmo por iniciar finalmente una carrera artística y el amor que tenía a la poesía y a escribir canciones es algo que nunca olvidaré. La paisana y yo tuvimos una amistad muy hermosa de ahí en adelante y siempre estuvo cerca, aún en medio de su enfermedad nos regaló un concierto cuando festejamos el octavo aniversario de la revista. Para mí ella fue y es una santa a quien le profeso una devoción infinita donde quiera que esté.
Otro caso de encuentro de almas que me trajo Miami fue con el músico de origen peruano Pepe Alva. Cuando trabajaba en EMI, tuve la visita de Jorge González, como ya mencioné-, y necesitaba encontrar músicos de figuración para que tocaran junto a él en el programa de televisión Sábado Gigante, ¿lo conocen?
La productora del programa me habló unos músicos liderados por un peruano ‘con pinta de rockero’ que a lo mejor me iba a servir. Cuando lo llamé me contestó con su cerrado acento peruano y me dijo ‘claro pues compadre, a donde hay que ir o quieres venir con el a mi jato (casa) y aquí ensayamos’. Pues fue así. Pasamos una tarde fantástica -con el raro de Jorge, pues es la mejor palabra que lo describe -, y un risueño, desenfadado y easygoing Pepe Alva y sus hermanos, Carlos y Danni. A partir de esta experiencia, y tras luchar más de cuatro meses para que EMI le pagara por sus servicios, me fui haciendo amigo de Pepe, fanático de su musica rock con visos folclóricos suramericanos y de su gran corazón. Por eso su casa siempre mi casa en donde la familia Alva me recibió siempre como un hijo más. Pepe fue firmado por un productor argentino de nombre Oscar López, muy importante en la época del boom ochentero del rock en español (Miguel Mateos, Alejandra Guzmán, Caifanes). Pues bien, Lopez lo firmó para dos discos con Warner en un jugoso contrato, le grabó un primer disco y luego se le perdió del mapa con el dinero del segundo. Pepe se quedó sin sello y sin productor, teniendo que volver a empezar en forma independiente. Su propuesta es todavía un secreto por descubrir para todos aquellos que quieran algo verdaderamente especial.
Además de nuestra amistad, con Pepe compartimos el sueño de un Miami más diverso. Los grandes recitales que daba eran solamente equiparados por el “side business” que teníamos. Como él tenía el equipo y yo los discos, Pepe y yo tocábamos en fiestas privadas. Una vez nos dirigíamos a la fiesta de una oyente mía que nos había contratado para tocar en su fiesta. ‘Imagínate’ le decía yo a Pepe, por $ 300 dólares cualquiera puede tenernos en su casa tocando discos hasta el amanecer. Mientras manejábamos en dirección a la casa con la consola de sonido y altoparlantes gigantes, la camioneta de Pepe ¡se varó por gasolina! Y allí estábamos Pepe y yo, empujando su camioneta por las calles de Kendall a la estación de gasolina más cercana, en eso nos divisaron algunos de los que iban a la fiesta y gritaron “Mira a Kike Posada y a Pepe Alva empujando, jua jua!!”
Nada, que la cosa a veces se ponía difícil. Para la parte comercial de la revista y los negocios no me sentía muy seguro pero tuve que hace “de tripas corazón”. Mi primer acercamiento fue, como era de esperarse, a la industria discográfica, aquella que hasta el momento había sido solo una surtidora de discos y de invitaciones a almorzar o a viajes con motivo de cubrir un lanzamiento de un disco o un concierto. Cuando manifesté la naturaleza de del contenido de la revista, la mayoría de los ejecutivos celebraron la idea más se mostraron reacios a apoyar con publicidad si solo iba a dedicarme a cubrir el rock. “¿Por qué no pides plata para poner a Jon Secada en la portada?” me dijo un promotor, y yo le dije que prefería no hacer nada si era así. No tengo nada con Jon, es simplemente que no era el estilo que quería darle a la revista.
Recuerdo que el primer aviso lo puso Sony BMG (en ese entonces BMG US Latin) y lo ordenó Francisco Villanueva, entonces su director ejecutivo. ¿El aviso? Soda Stereo. Luego vino Mari Mondelo que estaba en WEA (Warner) y nos ayudó bastante y Jorge Pino cuando estaba en Sony así, sucesivamente. Lo que noté al poco tiempo era que para el tipo de artistas que yo quería promover, no había suficiente presupuesto y eso tenia una explicación: no vendían tanto como vendía el pop o lo regional mexicano o lo tropical. Por eso nos conformamos con lo que hubiera y a ampliar la base de clientes fuera de la industria del disco.
Con todo y esta determinación por ampliar el espectro de clientes, muy pronto me di cuenta que el camino no iba a ser fácil –como si no lo hubiera sabido ya- pero que, hasta el día de hoy, sigue siendo una constante.
Cuando estaba en la preparatoria mi profesora de matemáticas me recomendó estudiar alguna ingeniería o ciencia, decía que yo era bueno con los números, pero en cambio escogí las humanidades. Una vez entré a la universidad a estudiar Comunicación Social, me fui todavía más al extremo al decidir que me enfocaría en el mundo de las artes y en particular de la música.
Sólo había un problema: No sabía escribir música ni interpretarla; pero fui un melómano empedernido desde que tuve uso de razón. Heredé de mi padre su amor por la música, pero todavía más de su padre – a quien nunca conocí-, quien en su natal Medellín se hizo famoso por tener una de las colecciones de discos más grandes de la ciudad a comienzos del siglo XX (ver foto), siempre muy interesado en adquirir lo último en tendencias y estilos venidos de Europa y EEUU.
De alguna manera eso me pasó a mí. Hasta los 13 o 14 años, no existía para mí más música que la hecha en inglés. Tuve una afición especial por el rock anglo, y me ufanaba de ser uno de los expertos en la materia. A esa edad llenaba cuadernos con recortes y pegantinas de grupos del rock americano e inglés a mediada que me iba enterando de ellos. ¡Qué iluso yo! Desde una pequeña ciudad como Cali, a miles de millas de distancia del mundo musical roquero estaba un latino, queriendo especializarse en la música de los gringos. Más irónico aún cuando, a través de los años mi vida terminó siendo al revés, en Estados Unidos especializándome en el rock latinoamericano.
Para mi fortuna, me hice conocer por mi prodigiosa memoria en saber nombres de canciones americanas y quién las interpretaba, Eran los años 80, las listas de éxitos eran ocupadas por talentos como Billy Joel, Journey o Genesis. En lugar de vivir el furor de la salsa, la música natural de esa ciudad occidental colombiana, o interesarme por las músicas vernáculas de Latinoamérica, ahí estaba yo, escuchando las dos únicas emisoras que tocaban música “americana” como se le conocía popularmente.
Tuve la fortuna de conocer a personas mayores que habían vivido la movida rockera de los 60 y 70, que incluso que habían vivido en EEUU como estudiantes. Habían mamado la cultura y la música de los años hippies, del flower power y la contracultura. Ya estaban maduros, pero tanto a ellos como a mí nos unía el aprendizaje que hacíamos de nuestro maestro de meditación (Prem Rawat o Maharaji, también conocido en esa época como Guru Maharaj Ji). Ahí estaban ellos, treintones y llenos de experiencia y yo, escuchando fascinado las historias de Woodstock, Ashbury Park, Paris (1968, año en que nací), Los Rolling Stones, Los Beatles, etc.
Debido a circunstancias de la vida terminamos con mi madre y mi hermana en Bogotá para el año 84. Con dificultades económicas, después de una quiebra financiera, volver a la casa de mi abuelo materno- un nonagenario con quien nunca me llevé bien por nuestra diferencia generacional- , el recibimiento fue lejos que amable. Comenzar la vida a los 16 en un nuevo ambiente me expuso a otras manifestaciones. Una gran ciudad latinoamericana siempre tiene mucho que ofrecer y empecé a frecuentar lugares de musica tropical, trova, rock y la diversidad radial me llenó de muchos conocimientos. Pero siempre prevalecía la afición al rock y al pop venido de fuera. Al comenzar la universidad, tuve que trabajar en un par de bares de la zona rosa capitalina y allí comenzó la afición por el rock en español. Eran finales de los años 80 y el BOOM del rock latino estaba en su apogeo. Supongo que fue la decisión de un par de personas que tenían al mando la programación de las emisoras del momento que le “entraron duro” a programar canciones venidas principalmente de Argentina, España y México en una suerte de invasión hispana de rock en el espacio radial que antes pertenecía a los todopoderosos músicos anglos y para mí no había nada más importante sucediendo en el mundo que EL ROCK EN ESPAÑOL. ¿Por qué? Por que era alo mío. Ya mis oídos se habían curtido en la sapiencia del género, ya hablaba inglés, gracias a la educación bilingüe que había recibido en mi primaria y secundaria y ya sentía que le había rendido demasiado tributo a figuras que por ahí nunca iba a conocer o que no les importaba que en un país tercermundista había un fanático de ellos que se sabía todas sus canciones. No, los rockeros latinos eran mi realidad y pude empezar a conocerlos…en persona.
Era 1988 y cursaba los últimos semestres en la facultad. La colección de discos de vinilo, cassettes y algunos pocos flamantes CD’s que tenía de musica “americana” – ojo incluyo a los ingleses también, y australianos, o sino cómo olvidar a INXS, Men At Work o Midnight Oil-, había pasado a un segundo plano. Mientras que lo cassettes copiados a terceros, que a su vez los habían copiado a terceros, con el mejor repertorio de nuestro rock – como le llamábamos- iba creciendo día a día. Si bien las estaciones Radioactiva o la Super Stereo 88.9 FM presentaban buena cantidad de grupos, la sed por conocerlo todo era superior y la industria discográfica nacional no editaba suficientes títulos de los grupos internacionales. Fundamentalmente los grupos que más pegaron en esos años en Colombia vinieron de Argentina: SODA STEREO, ENANITOS VERDES, MIGUEL MATEOS. CHARLY GARCIA, VIRUS Chile: LOS PRISIONEROS, LA L EY. México: CAIFANES, España: LOS TOREROS MUERTOS, LA UNION, MECANO, ALASKA & DINARAMA, HOMBRES G, lo cierto es que la demanda por esta música entre la juventud hacia que las disqueras editaran todo lo que podían, mas no alcanzaban a satisfacer esa curiosidad y yo me iba a la Avenida 19 a buscar e intercambiar musica (tal como sucede en El Chopo en México, El Rastro en Madrid o El Parque Japonés en Buenos Aires). A veces simplemente grababa de la radio los especiales que hacían, mas que para escucharlos de nuevo, para dejar un archivo de esos días.
Estaba claro: esto era lo único que me importaba, profesionalmente hablando. Me hice colaborador de la emisora universitaria para poder estar cerca de la música y pronto estaba haciendo los primeros pinitos en locución. Llegué a programar hasta 50 horas semanales de músicas en la HJCK Javeriana Estereo 91.9 FM programas como (Clásicos del Rock, Rock de Europa, Rock Ibero, Nueva Era, Jazz) y tuve la suerte de conocer a muchos estudiantes de música y de comunicaciones que enriquecieron mi perspectiva de la musica y su impacto en la sociedad. Una da esas personas, que considero todavía un mentor, fue el Decano de la facultad de Musica en ese entonces y hoy director de la emisora Javeriana, quien tuve yo la suerte de tener como director de tesis de grado, Guillermo Gaviria. Gaviria había estudiado en Julliard Music School en Nueva York y traía una visión muy progresista de lo que debía ser una emisora cultural y universitaria. Al tiempo yo quería aprender cómo programar una emisora basado en los principios estéticos y artísticos y no comerciales. Para mi grata sorpresa a Gaviria le interesó dirigirle la tesis a alguien que no era músico – tengan en cuenta que para siquiera acercársele a él uno tenía que mínimo tocar un instrumento y saber solfeo – pero yo, un simple melómano, estaba aprendiendo teoría y apreciación musical en forma intensiva para poder graduarme con una tesis llamada “Programación Radial Musical en las Radios FM de Bogotá” en la cual analizábamos el estilo, las características y el diagnostico de cómo estaba los artístico de la musica en función de otras prioridades como intereses discográficos, la educación de la ciudadanía, lo popular vs. Lo académico. Durante un año estudié el mundo de la radio por dentro y por fuera. A los pocos meses de iniciar la tesis participé en el primer proyecto de radio comercial en FM donde se conjugaban noticias y musica – algo inédito si se tiene en cuenta que las noticias pertenecían al mudo de la AM-, pero un visionario y competente periodista, Julio Sánchez Cristo, comenzaba “Viva FM” en Caracol, luego pasó a RCN y volvió a Caracol, en fin, con distintos nombres y distinto equipo de trabajo pero siempre con él a la cabeza. Ingresé a la nómina de practicantes que lo único que tenían que hacer era ubicar por teléfono a las personalidades que hicieran noticia determinado día, no importaba en que parte del mundo fuera, por lo que era necesario hablar inglés y yo por fortuna lo hablaba.
La experiencia fuera de la universidad fue traumática, por decir lo menos. De trabajar en un medio parroquial –como le llamaba yo, y no por pertenecer a los Jesuitas, sino porque todo era pequeño, amigable, sin tensión- a entrar todos los días a las 5 AM a recibir los gritos del director y sufrir el estrés típico de una radio nacional en vivo fue demasiado para mí”. No aguanté sino un mes. Pero me quedó claro que el mundo laboral no iba a ser un jardín de rosas y que aún tenía mucho que aprender en el competitivo mundo de los medios “comerciales” de comunicación.
Debido a que mi padre, quien se había divorciado de mi madre cuando yo tenia 10 años, se había radicado en EEUU, logrando hacerse ciudadano en una época en que esto era mas fácil, resultó que, a petición de mi propia madre, se nos fue solicitada a mi hermana y a mí, una visa de residencia en ese país en un trámite que tardó mas de 5 años. Alcancé a hacer toda mi carrera universitaria porque los papeles que había ingresado mi padre se enviaron por error a la embajada americana en Bolivia y se extraviaron, por lo que tardó más tiempo en definirse nuestra situación. Mientras tanto yo la estaba pasando “de lo más bien” –como dicen los cubanos-, allí en “Tabogo”. Además de los programas que presentaba en Javeriana Estereo, ya me había agenciado un trabajo en Discos Phillips, una de las disqueras más importantes del país, filial del grupo Polygram, que más tarde sería comprada por Universal Music. Allí fungí como Label Manager y le reportaba directamente a las oficinas principales en Londres. Así es, mi cargo era Jefe del Repertorio Anglo, responsable de llevar los lanzamientos de artistas tan importantes como The Cure, U2, Sting, Metallica, Elton John, entre otros. Y como si fuera poco, gracias a los contactos que hice durante mi trabajo en el sello me dieron en Radioactiva, la cadena rockera de cobertura nacional, un programa los domingos de Rock Alternativo llamado “Zona Gris” – que muchos todavía recuerdan-. Otro programa que hice fue “Enigma” en Javeriana Estereo con Héctor Buitrago (Aterciopelados) y Mónica Vásquez. Allí se presentó por primera vez el tema “Mujer gala” que fue el que catapultó a Aterciopelados a la fama, grabado en los propios estudios de esa emisora.
Por eso me entenderán cuando les digo que yo no tenía ganas de irme de Colombia. A pesar de la situación del país y que mi madre, mi hermana y mi padre, mi familia mas inmediata- estaban en la Florida, yo estaba solo pero ocupado. Un tortuoso noviazgo me restaba energía claro; la incertidumbre de si me iba o me quedaba no ayudaba mucho y veía como cada día me acercaba más a tener que decidir lo que iba a hacer con mi vida.
Ya había pasado unos meses en Miami antes de trabajar en la disquera y no había podido conseguir trabajo en ningún medio de comunicación. Lo único que logré fue trabajar en una tienda de electrónicos muy famosa en un mall turístico y una pequenia pasantía en un programa matutino que tenían unos colombianos en AM. Resulta que el enfoque del programa era alimentar la nostalgia por el terruño abandonado y hablar de música y deportes. Para comenzar no tenía nostalgia del país –acababa de venir de él-, no tenía el más mínimo interés en los deportes ni en la música criolla y por supuesto no encajé para nada, es más, creo que no ayudó mucho a mi pretensión de progresar en un medio de comunicación hispano aquí en el “gabacho”.
La vida pintaba bien en Colombia. Había tenido conversaciones con unos productores de televisión para presentar un programa de musica, me había comprado un auto y pronto iba a independizarme de mi abuelo pues en el ocaso de su vida su mayor tortura era escuchar mi musica a todo volumen y ver entrar y salir a unos locos, que eran mis amigos, de su casa. Bueno, alguna que otra loca también, pero eso es otro tema.
Era tiempo de alcanzar las estrellas en tu propia tierra pero una llamada cambiaria mi destino para siempre. Mi madre me hablaba desde Miami pidiéndome que me fuera, que no perdiera mi visa de residente y que intentara buscar un futuro en EEUU con su ayuda y la de mi hermana. En otras palabras, podía no tener que trabajar hasta que encontrara algo que me gustara. Mi frustración en el primer intento de vivir en Miami había sido tal que no quería repetir la experiencia y mi madre sabía que era muy importante mi pasión por trabajar en los medios, así que decidió hacer el ofrecimiento.
Llegué a Miami el 31 de diciembre de 1992 con un proyecto muy concreto entre manos. Gracias a mi trabajo en Phillips, había conocido al manager en ese entonces del grupo chileno La Ley, Alejandro Sanfuentes. Cuando le escuché decir que el grupo quería filmar en el extranjero un video clip, inmediatamente se me vino a la cabeza hablarle de un amigo, Simón Brand, que se estaba haciendo un prestigio como director de videos en Miami y a quien yo le hacia algo de prensa cada vez que iba a Colombia. El grupo contactó a Simón y lo invitó a Santiago de Chile donde finiquitaron los detalles del rodaje en Miami, razón por la cual fui invitado por Simón a producir el video. Como el presupuesto no era grande –ya la mayoría se había ido en los pasajes del grupo- había que rendir la producción lo más que se pudiera. Eso incluyó alojar a Beto Cuevas, Mauricio Clavería, Luciano Rojas y Andrés Bobe – sí, el difunto guitarrista y fundador del grupo a quien tuve el agrado de conocer- en hostales y apartamentos de amistades. Por ejemplo Andrés se alojó donde mi hermana. El tema del videoclip fue “Auto-Ruta (Feel the Skin)”, primer sencillo del disco “La Ley”, de 1993, el cual se filmó en la ruta 27 (Okechobee Rd) a las afueras de Hialeah, Florida. La mayor parte del tiempo se ve a Bobe conduciendo una motocicleta, medio de transporte que después le ocasionaría la muerte por accidente a las afueras de Santiago, el 10 de abril de 1994, después de realizar un concierto benéfico. Con Simón fundamos Kree8, una compañía que hoy por hoy tiene un importante récord de videos a las más grandes estrellas de la canción latina, pero eso fue una labor de Simón ya que yo me retiré del proyecto tan pronto se hizo ese primer video. Es que lo que yo quería era hacer radio, pero buscaba trabajo también en las disqueras, porque sabía que de alguna manera todo estaba relacionado. A mediados del 93’ responde a mi solicitud de trabajo el sello EMI Latin (hoy EMI Televisa) y comienzo a trabajar de promotor discográfico para el área sudeste, atendiendo mercados como Georgia, Luisiana y Florida. ¿El repertorio? Latino (Balada Pop,Tropical y Regional Mexicano). No es de extrañar la falta del rock latino en el reino de lo que se consida latino en los Estados Unidos. Gran parte en esta historia de mi vida tiene fundamento en la lucha por lograr la igualdad de participación en las ondas radiales y demás medios del rock hecho en nuestro idioma, pero antes de conocer los motivos históricos y sociológicos de por que este genero no estaba considerado en el panorama radial y general de los medios, tenia que comer y la oportunidad de entrar por algún lado se me había presentado. Siempre oímos que Dios escribe con letra torcida y este fue uno de los más claros ejemplos.
Tuve la oportunidad de trabajar de cerca con varios artistas muy queridos por la comunidad hispana de EEUU como la desaparecida Selena, a quien iba a recibir al aeropuerto cada vez que venia. Trabajé con Álvaro Torres, Barrio Boyz, Graciela Beltrán, Sergio Denis, Jon Secada, Jorge González – sí, el mismo de Los Prisioneros, a quien acompañé en su plan de prensa en Miami para su disco como solista- y todos los que en ese momento estaban vinculados al sello EMI Latin. Fueron seis meses que viví aprendiendo lo que era mi nueva realidad como inmigrante y como mi deber era hacer “lo que me correspondía” para pegar a estos artistas en las emisoras de radio y canales de televisión que yo atendía. Ya la otra parte, la de la “payola” la manejaban otras personas. Pero eso correspondía a mis jefes. Yo sólo tenía que poner mi cara de tonto y pedir que pusieran las canciones, cosa que lograba algunas veces y otras no. Recuerdo un caso con el grupo Amanecer, que ni siquiera sé si existe mas. El gran jefe, director del sello en ese entonces, José Behar, en conferencia nacional con todos los promotores, dijo que tenía una semana para lograr que una canción entrara a rotación en las emisoras asignadas a mi territorio, que si no lo lograba me tenía que ir. Yo temblaba del susto y garanticé el éxito de dicha misión. La siguiente semana me vi rogando, casi de rodillas a los programadores que pusieran la puta canción que si no eso me iba a costar el puesto. Muchos lo hicieron, más que por el valor del tema, que no era tan malo después de todo, pero que no tenía pinta de éxito para nada- sino por darme una mano. Ahí aprendí cómo se cocían las habas en este negocio. Y no, no me botaron, pero me botaron pocos meses después porque empecé a recibir acoso de parte del jefe inmediato que tenía, así es acoso sexual de un ejecutivo del sello, que al no ser correspondido, empezó a hacerme la vida imposible. Fui despedido por este mismo individuo al poco tiempo, pero eso me sirvió para despertar cierta simpatía, o lástima debiera decir, por un empleado de la radio local que, al oír mi historia, abogó frente a la directora de programación de ese entonces para que me diera un chance en la radio, ya él sabía que mi verdadera ambición era hacer ser locutor en el nuevo país. Así, por mérito propio o por compasión, fui dado un espacio radial los domingos a la mañana en lo que se dio a conocer como “BOOM, con el mejor rock latino de América y Europa”, al lado del dj Fabio Vallebona, un argentino experto en el rock de su país con quien tuve buena empatía (ver foto) en la estación Radio Ritmo 98.3 FM, hoy desaparecida, por la oportunidad que me dieron Betty Pino como directora de programación y su asistente, Eduardo Álvarez.
¿Qué les puedo decir del Miami de principios de los años 90 que no tenga un sabor de falsedad? ¿No es acaso esta gran extensión de edificios y de interminables barrios suburbanos considerada una ciudad del primer mundo, llamada por muchos la capital de Latinoamérica? Vamos a ver. Para bien y para mal, Miami es dominada por un grupo étnico latino predominante como es el cubano. Para bien de todos los hispanos, esta ciudad es benévola, receptiva y hasta generosa con la inmigración hispana por encima de otras grandes urbes como Nueva York y Los Ángeles. Algunos lo encuentran negativo el hecho de que no se necesite mucho hablar inglés para resolver asuntos de la vida diaria gracias a que casi todo el mundo, salvo la minoría blanca o afro americana -por que aquí son minoría-, la mayoría de los habitantes son de origen latino y eso permite la tolerancia a no hablar inglés. Si no hablas inglés aquí te haces entender, por que hasta en la corte hay un intérprete para tus necesidades de comunicación. Esta condescendencia, que considero no es buena por el bien del inmigrante- se la debemos única y exclusivamente a la presencia, hace ya cuatro décadas de los cubanos, que en forma masiva, constante y en algunos casos trágica, han ido llegando a la península floridiana huyendo del cruel y terrible régimen totalitario castrista. Una de las cosas que primero se aprende en Miami es a entender la problemática cubana y a hacerse solidario con su causa. Eso no tiene discusión. Los cubanos, en su mayoría, han levantado, construido y mantenido esta ciudad como un bastión de hispanidad y buen estándar de vida. Digo en su mayoría, ya que no faltan también los casos de corrupción administrativa, pero eso pasa hasta en las mejores familias. Yo llegué proveniente de una ciudad fría, con el temperamento aislado de sus gentes como es Bogotá, a un emporio caribeño más al estilo de Barranquilla, Caracas o Santo Domingo donde la temperatura de la alegría, la franqueza y la necesidad de bailar es tan alta como el clima. Llegar a Miami es llegar al Caribe y eso es de agradecer. Pero al llegar aquí me di cuenta que la musica popular latina se componía básicamente de lo tropical y lo romántico. Todas las radios en español orbitaban básicamente entre estos dos polos. Pensar en escuchar algo distinto como un rock, un tango o un vals era improbable. ¿Por qué? Porque no eran cubanos.
Con los años todo esto ha cambiado, la creciente inmigración venida de Sur y Centroamérica ha presionado para que el contenido de algunos medios, algunos dominados incluso por no-cubanos, ha enriquecido el espectro de lo que se escucha. Pero antes, si algo no había sonado en Cuba, en cualquier época lejana o reciente, entonces no existía, y eso fue motivo de grandes obstáculos para mí. Yo tengo una infinidad de cosas que agradecerle a los cubanos, ninguna ciudad de Estados Unidos es tan cómoda para vivir al estilo de vida latino, donde hablar Español no es motivo de vergüenza sino de orgullo, y eso se lo debemos a los que llegaron primero aquí que fueron los cubanos. Cosa que no he sentido en Los Ángeles, donde siento el temor de la gente inmigrante y nacida ahí de padres inmigrantes –especialmente mexicanos-, que no han impuesto su idioma con tanta vehemencia como los cubanos.
No obstante, cuando empezamos el programa de rock latino en la radio mi amigo y yo no podíamos creer la emoción y la euforia que ocasionó entre la audiencia estar en Miami y escuchar en las ondas a gente como Fito Páez, Charly García, Café Tacuba o Maná. Las llamadas, los faxes, las cartas eran de abrumador respaldo. En su mayoría jóvenes provenientes de Argentina, Colombia, Venezuela, Perú, Chile, México etc. pedían más y más tiempo para el programa – pues sólo era de una hora semanal-. Era el comienzo de la señal de MTV Latinoamérica que por esos días lanzaba su canal también desde Miami. La posibilidad de ver ese canal, la aparición de nuestro programa de radio y la iniciación también de conciertos con bandas de rock latino locales e internacionales hacían que en Miami se pensara en el Rock en Español como “la siguiente ola”. Por primera vez sonaron canciones en la radio como “Matador” de Los Fabulosos Cadillacs, “Lamento boliviano” de Los Enanitos Verdes, “Me vale” de Maná, “Sin documentos” de Los Rodríguez, “Pachanga” de Vilma Palma e Vampiros y sí, por primera vez en EEUU el “Estoy aquí” de Shakira. Sí, tenemos el record de haber puesto en la radio de EEUU a Shakira y fuera del programa, en esa misma estación, trajimos de Colombia el gran “La gota fria” de Carlos Vives como también introdujimos a “Macarena” de Los del Río a la audiencia de Miami, entrando posteriormente a todo EEUU.
Por eso tengo los mejores recuerdos de haber entrevistado por primera vez para ellos en EEUU a gente como Shakira, Carlos Vives, y para este lado del país a Soda Stereo, Maná, Fito Páez, Andrés Calamaro, Caifanes, Vilma Palma e Vampiros, Alejandra Guzmán, Aterciopelados, Bacilos y Julieta Venegas entre otros. Muchas de esas entrevistas las conservo grabadas todavía y pienso ponerlas a disposición algún día. Por supuesto la vida social mejoró muchísimo con la presencia del programa. Los clubes que empezaron a tocar esta musica en la ciudad, especialmente La Covacha y El Grill, atraían a centenares de jóvenes ávidos de escuchar mas y conocer a otros semejantes que disfrutaban del mismo sonido. Son incontables los artículos que salieron publicados en diarios como The Miami HErald, El Herald, New Times, y mas que reseñaban la movida que estaba surgiendo en la ahora sí naciente capital de América Latina. No tengo que ocultar que la gente que seguia al rock latino tenia en común un nivel socioeconómico superior al que seguia a la musica tropical. De alguna manera era como que escuchar rock en español era una protesta a la hegemonía radial de la salsa, el merengue y la bachata que, por lo general era escuchado por un plebe de escasa educación. En Puerto Rico esto se hizo bien manifiesto cuando ocurrió el gran boom del rock latino en 1995. Estaban los rockeros y los cocolos (salseros), los rockeros eran los niños bien, blanquitos y acomodados. Esta distinción me resultaba odiosa; nunca busqué conseguir adeptos al rock latino por esos motivos, sino porque realmente creía en las calidades estéticas y artísticas que muchos de estos grupos estaban consiguiendo. Pero era como que lo que algunos de nosotros oíamos no era lo que la mayoría de la gente oía. Es curioso, porque en mi natal país para muchos jóvenes oír rock en español no era algo tan glamoroso; de hecho algunos lo veían como corriente, ordinario, mañé. Los niños bien solían escuchar el pop y rock en ingles que yo tanto adoraba, más en EEUU esta musica había adquirido una totalmente nueva dimensión, la de una identidad de aquellos que no queríamos ser catalogados como tropicales, románticos o regionales mexicanos. Muchos inmigrantes jóvenes y aun latinos nacidos en EEUU encontraron en el rock latino una salida a la constante presión ejercida por las músicas de los mayores, padres que traían como costumbre escuchar rancheras, boleros, baladas, sonidos con los que estos no se identificaban. Un estudio universitario reveló que en los 90 la musica que escuchaban en común tanto hispanos de la costa este como de la costa oeste era el rock en español ya que era de esperarse que se oyera todo lo mexicano mas hacía el oeste y lo caribeño mas hacia el este, pero bueno, ahí estábamos los que queríamos algo mas de lo que nos tiraba la radio y tv tradicional.
Al mismo tiempo tenia que ganarme la vida. Después de mi nefasta experiencia en EMI conseguí trabajo en otro sello, Discos Fuentes, un sello de musica bailable colombiana que se había asociado con otro, Velvet, un sello de igual naturaleza pero venezolano. En Miami se llamaba Vedisco y cumplí deberes, de nuevo como promotor. En poco tiempo estaba promoviendo a grupos como La Sonora Dinamita y Titanes para EEUU. Entre semana estaba bregando a meter temas de estos talentos en al radio y los domingos era el “Disc Jockey Radioactivo” apelativo que tomé de mis días en Radiaoctiva, la emisora en Bogotá.
Ese trabajo no duró mucho, Lo único rescatable fue que convencí a los dueños de que publicaran un disco del grupo colombiano de rock Estados Alterados, el cual me comprometí personalmente a promover. Los escépticos dueños lo hicieron más por mi entusiasmo que por creer en el proyecto. Los paisas vinieron a Miami a promover el lanzamiento –incluso se quedaron en mi casa- y les conseguí rotación en varias emisoras. Fueron invitados a Chicago a dar un concierto y conectaron bastante con el canal MTV de ese entonces. En general, una experiencia bonita que todos recordamos.
Mi experiencia en prensa escrita comenzó en periódico en español Viva Semanal, de circulación local. Allí manejaba la sección de farándula. Esto contribuyó también a fomentar la incursión del rock en castellano. No obstante, tuve la oportunidad de entrevistar muchas figuras de la musica en general como Julio Iglesias, Raphael, Carlos Mata, Luis Enrique, Gloria Trevi, Bárbara Palacios, en fin, de todo y para todos. Esto me dio un vuelo distinto a la forma de presentar mi rollo. En el 95’ ya existía una publicación sobre musica latina alternativa en Los Ángeles llamada La Banda Elastica, considerada la decana en Estados Unidos en cuanto al rock en español. Pues pronto estaba yo haciendo contacto con ellos para convertirme en su corresponsal desde Miami. En realidad estaban pasando tantas cosas en esta ciudad como los Unplugged de MTV (Los Fabulosos Cadillacs, Caifanes, Charly Garcia, El Tri, Luis Alberto Spinetta, Illya Kuryaki & The Valderramas), conciertos y visitas de artistas en particular a MTV Latinoamérica, que se necesitaba un reportero aquí, claro, ad honorem. Yo, no sólo enviaba artículos para L.A., sino que les distribuía la revista por acá. Mientras trabajaba como escritor comencé a promover fiestas donde yo mismo era el DJ y ponía cercanos míos a cobrar en la puerta. Por supuesto una pésima idea.
A todo esto el programa de radio continuaba, ya empezaba a mudarse de emisoras, en esa larga lista que siguió a su primera mutación de nombre y estación. Ya que habían vendido la emisora, mi programa se salvó pero querían que le diera otro nombre pues no querían que nada recordara a la antigua Radio Ritmo, si bien la nueva estación se llamaba 98 Caliente –sí, ya sé, que horrible nombre-. Me pidieron que buscara nombres alusivos a la idea de caliente. Traje varios de ellos “98 Grados” , “el incinerador”, “el infierno” – ese no gustó mucho-. El ultimo era “Fuego Rock” el cual era el que menos me gustaba pero para Gino Reyes mi nuevo jefe, ese era el elegido.
La sintonía era brutal, ya los libros de Arbitron atestiguaban el rating de Fuego Rock. Comencé de domingo a jueves de 10 a 11 PM. Los domingos se transmitía en vivo desde La Covacha, un popular club de la ciudad y llegamos a transmitir conciertos con Los Pericos, Los Auténticos Decadentes, Desorden Publico, Illy Kuryaki & The Valderramas, Zapato 3, Rabanes, Los Ladrones Sueltos, en fin. Las rumbas eran memorables. Digamos que hubo mucha gozadera, pero pronto vendría la hora de sentar cabeza y fue cuando Linda llegó a mi vida.
A Linda ya la había conocido desde que Boom radio se hacía, me había escrito una carta a puño y letra que celebraba la aparición de este tipo de show y firmaba “Linda Carta”. Allí decía que, desde que había venido de Venezuela a vivir a Miami no escuchaba un programa así y que le gustaba. Yo bromeé en el aire que alguien había escrito una carta y la había firmado Linda Carta, me parecía curioso el seudónimo. Luego, en una fiesta de las muchas que organizábamos Linda apareció, se acerco a mí y dijo “soy Linda Carta y ese es mi verdadero nombre’. Bueno, me disculpé ‘no pensé que alguien pudiera llamarse así, y bromeando le dije que de ahora en adelante ella sería mi precioso fax, mi bella misiva. Recuerdo que se lo comenté en el aire a mi socio Fabio Vallebona que por esos días seguía conmigo. Le dije ‘conocí a Linda Carta y en realidad es linda’. Eso fue todo lo que supe de Linda hasta los días en que Fuego Rock salía casi diariamente. De vez en cuando la llamaba, pues me había gustado pero temía un poco que era demasiado joven – recién estaba terminando high school y comenzando la universidad, a estudiar comunicaciones-.
Era domingo y me llamaron para avisarme que ese día llegaba a la ciudad un exitoso joven cantautor español de nombre Alejandro Sanz, y que no tenían a dónde llevarlo a hacer radio y que si podían llevarlo a mi programa. Es verdad, créanme, ninguna estación de radio se había interesado en entrevistarlo, y ya era 1995, o sea el tipo ya era grande en Latinoamérica. Yo por supuesto les dije que sí; si bien mi programa no tocaba su musica, reconocía que era un gran compositor y me interesaba conocerle. Allí llegó el menudo madrileño, con una enrevesada lengua que me dificultaba entender lo que decía, mucho acento andaluz me parece. Le comenté que lo mío no era mucho la musica romántica pero que apreciaba lo que hacía y que en el fondo todos los rockeros teníamos nuestro corazoncito. Entre las muchas llamadas que entraron a saludar al astro, y en realidad eran muchas, contesté la llamada de Linda quien internamente me dijo que yo era un malo por no haberle avisado que Sanz estaba en cabina. Le dije, ‘recién me avisaron hoy pero, vente y lo conoces’. Linda era y es súper fanática de Sanz, así que no dudé que viniera. Sanz había logrado lo que yo no, hacer que Linda viniera a visitarme. Y si bien vino y lo conoció, inmediatamente pude ver en su cara una suerte de desilusión al ver al escuálido Alejandro, ojeroso y cansado a pocos minutos de irse de ahí pues al día siguiente iba a hacer unos programas de televisión y tenía que madrugar. Hoy en día por supuesto Alejandro no tiene ese aspecto, esta un poco mejor alimentado y bronceado ya que vive en una de las casas más espectaculares que he visto en la bahía de Miami. Sobre ese día lo único que recuerdo es que Linda había venido y eso era todo lo que importaba.
Nace ¡BOOM!
Me encontraba en Puerto Rico para asistir el primer Festival Internacional de Pop Rock Latino organizado por una emisora local, el Dj Funky Joe y con el apoyo discográfico de Sony y Warner. Artistas como La Ley, Fito Páez, Seguridad Social, Pedro Suárez-Vértiz, Desorden Público, Nanette y Éxodo, entre otros figuraban en el cartel esa noche. Sony nos había llevado a la isla invitado a cubrir el evento. Se imaginaran que todos los periodistas relacionados al género estaban presentes allí. De Los Ángeles habían invitado a Emilio Morales y Maria Madrigal, dueños de la revista La Banda Elástica. Siempre he admirado a Emilio y a Maria, él, un increíble diseñador grafico y ella una iluminada fotógrafa por pensar en un apelativo correcto, una maga del lente definitivamente. Me parecen una pareja muy bonita por la causa que habían emprendido al crear una revista como LBE y yo les colaboraba de verdad con entusiasmo. Recuerdo la tarde que caía nosotros conversando sobre la importancia que estaba adquiriendo Miami en el panorama y como base de los cuarteles generales de las principales disqueras latinas yo me encontraba en una posición estratégica para pedir apoyo y traer avisos que es algo que siempre se aprecia cuando se tiene cualquier medio de comunicación. En otras palabras, me sinceré y les dije que yo podía ayudarle mucho a La Banda Elástica si me nombraban socio. Ellos se miraron y recuerdo a Emilio mirar hacia el horizonte y decir algo totalmente distinto a lo que yo acababa de plantear cambiando de tema como si jamás hubiera dicho algo. En ese momento entendí que debía sacar esa idea de mi cabeza y fue cuando por primera vez pensé en la posibilidad de lanzar mi propia revista.
Tengo que aclarar que varios antecedentes me habían llevado a pensar en la posibilidad de iniciar una publicación. En un esfuerzo conjunto con otra colega de Viva, habíamos realizado un suplemento muy lindo sobre el rock latino que curiosamente habíamos llamado ¡BOOM! En él, pretendíamos contar un poco, a manera de introducción, la importancia del rock en países como Argentina, México, Colombia, Perú y España. Recuerdo que hicimos una reseña extensa de Maná que luego el grupo supo agradecer en el aire durante una entrevista.
Era finales de 1995 y ya veía yo que mi vida se encontraba en una gran disyuntiva: Esto de ser abanderado del rock latino había llegado demasiado lejos. De hecho había declinado algunas ofertas en prensa y emisoras que me planteaban cubrir o comentar otros temas y otros ritmos por que me sentía comprometido con esta musica. Ya tenia un buen cúmulo de artículos con entrevistas que me habían hecho presentándome como un rebelde, un precursor, en algunos casos como un quijote, arando en un terreno infértil para esta música en esta zona del país. Siempre pensé que todo el esfuerzo que le había puesto a la difusión de esta musica en ciudades como Los Ángeles o Houston me hubiera arrojado mejores resultados, pero quizás el miedo a no ser mexicano me retuvo de intentarlo. No era común encontrar un colombiano promoviendo rock cuando ‘hermano, tenemos cumbia, salsa, vallenato, parce’ me dijeron alguna vez. En fin, la paga tampoco era tan buena en el periódico y la radio, pues no era una estrella radial de la mañana en días laborales (morning drive), que es donde realmente ganan los Disc Jockeys en este país, o quizás en la hora del almuerzo y el afternoon drive. Mejor dicho no era un Javier Romero porque no quería. Ese tipo de locutor engolado, acartonado, de antigua que gustaba a las viejitas y que tenían en primer lugar a los locutores como el no iba conmigo. Y si bien la diferencia no era que hablara como un loco o en forma transgresora, es más yo hablo mas como locutor de radio cultural que es lo que me gusta-, lo que me diferenciaba de todos los locutores de radio del mundo latino y anglo es que todos se tienen que ceñir a una lista pre-programada de lo que se debe tocar y yo no quería hacer eso. Yo quería tocar la musica que a mí me parecía tenía valor y sentido de ser tocada. Por eso siempre recibí los turnos y espacios que nadie quería tener, o los que se consideraban alternativos. Por más de dos años estuve en el turno de 12 de la medianoche a 2 de la madrugada, en unos de esos tantos movimientos que hubo de cambio de dueños de la estación, en donde entraba siempre un nuevo Director de Programación y quería tumbar mi programa, pero no lo hacía por dos motivos fundamentales: tenía pauta (anuncios comerciales que pedían explícitamente estar en ese programa y una buena base de oyentes, o sea rating). En otras palabras, el rock latino sonó en las emisoras más insólitas conmigo. Desde 98 Caliente, luego a Tropical 98.3 a Caracol AM, a Radio Uno AM, La Poderosa AM etc etc etc. Pero esa inestabilidad y la falta de apoyo por parte de los directivos de las estaciones que solo les interesaba la pauta que les traía mas no apoyar la diversidad o a lo nuevo por el sólo hecho de no conocerlo, me obligó a pensar que tenía que hacer algo con mi vida si quería llegar a alguna parte con todo esto.
“Haz algo que nadie mas esté haciendo y que tú puedas hacer bien”, me dijo mi madre una vez sentados en la mesa en la cocina del apartamento donde vivíamos. ‘Qué puedo hacer yo que nadie más esté haciendo y que pueda hacer bien, o al menos lucir como bien’, me pregunté. ‘Una revista’ le dije, pues dale por ahí, dijo. Los latinos somos muy entregados a nuestros padres yo lo soy a mi madre, no me importa admitirlo.
Hice una convocatoria por el show de radio a estudiantes interesados en participar en un proyecto nuevo de comunicación que iba a contar en forma escrita el acontecer del rock latino en Miami, EEUU y el mundo. Hicimos una reunión en mi apartamento y adivinen quien apareció… Linda. De esos primeros colaboradores de la revista no quedó nadie sino ella, y juntos estamos hasta el día de hoy, mi esposa, co-fundadora de BOOM! y madre de mi primera hija, Lhasa Victoria Posada Carta.
No es de extrañar entonces el carácter profundamente sentimental que tengo con ¡BOOM! la revista que todavía editamos aquí en Miami y para todo EEUU y Puerto Rico en papel, con su respectivo website www.boomonline.com Son 11 años de contínua publicación, aunque a veces nos hayamos dudosos para continuar.
Era marzo de 1996 y en nuestras manos teníamos el primer número de la revista ¡BOOM! Queríamos tenerla lista para ese mes pues en la portada se encontraba el grupo que para muchos de nosotros representaba lo mas excelso del rock en español: Soda Stereo. La afición por Soda Stereo y Gustavo Cerati no debe tomar mucho en explicarse para quien conoce de esta historia. Sencillamente “su majestad”, así se definen en el medio, algo como lo que es U2 o Coldplay para los amantes del Brit Rock. Sencillamente geniales. Y era marzo la fecha del concierto que el trío argentino ofrecía en Miami para la promoción de su disco Sueño Stereo que constituía un regreso al ruedo después de tres años. La emoción era grande, muchos habían sido los meses de plantación, de búsqueda de fondos, de planear la estrategia. Y ahí estábamos, repartiendo la primera revista a la salida del concierto. Con Soda viví uno de los más fulgurantes periodos de fanatismo en mis días en la facultad y ahora estaba aquí, entrevistando a Zeta, Gustavo y Charly en mi programa de radio. Todo empezaba a arrojar sentido. Aún en Colombia hubiera sido difícil esta serenidad, esta total disposición de estas celebridades. Hubiera tenido que estar en un medio de importancia nacional quizás o ser muy amigo del promotor. Recordaba siempre los tumultos, la montonera que se formaba siempre que las celebridades llegaban al país para lograr unos segundos de declaraciones que serian utilizadas por todos los medios; y ahí estaba yo, sentado plácidamente en mi cabina de radio entrevistando a Soda Stereo. Esta sensación se ha repetido y se sigue repitiendo desde entonces; la de que a algunos de estos individuos, al estar en Miami y no haber tantos medios de comunicación interesados en lo que hacen por no ser “comercial”, su actitud frente a la prensa tiende a cambiar y a mostrar un poco mas de interés en las entrevistas. No es como ‘ahí viene el boludo de tal o cual noticiero’ sino ‘tengo en frente mío a uno de los pocos que va a apoyar mi musica, por eso, démosle bola’.
Así empezaron a desfilar por el programa gente como Shakira, Maná, Alejandra Guzman, Caifanes y un largo etc. Lo que hacíamos era que grabábamos el audio de las entrevistas – el video vino después-, pero todo eso lo trascribíamos y luego lo publicábamos en la revista para el deleite de fanáticos en otros puntos del país. Es así como las primeras portadas tuvieron a un pelinegra Shakira, a pelilargo Fito, a un fashion oriented Beto Cuevas o un místico Saúl Hernández. Uno de los recuerdos más bonitos del primer año de BOOM lo viví con Soraya.
¡BOOM! tuvo la fortuna de ser la primera portada de una revista para Soraya y mi programa el primero en tocar su música y en entrevistarla, según ella misma. Su manera de expresarse verbal y musicalmente, su entusiasmo por iniciar finalmente una carrera artística y el amor que tenía a la poesía y a escribir canciones es algo que nunca olvidaré. La paisana y yo tuvimos una amistad muy hermosa de ahí en adelante y siempre estuvo cerca, aún en medio de su enfermedad nos regaló un concierto cuando festejamos el octavo aniversario de la revista. Para mí ella fue y es una santa a quien le profeso una devoción infinita donde quiera que esté.
Otro caso de encuentro de almas que me trajo Miami fue con el músico de origen peruano Pepe Alva. Cuando trabajaba en EMI, tuve la visita de Jorge González, como ya mencioné-, y necesitaba encontrar músicos de figuración para que tocaran junto a él en el programa de televisión Sábado Gigante, ¿lo conocen?
La productora del programa me habló unos músicos liderados por un peruano ‘con pinta de rockero’ que a lo mejor me iba a servir. Cuando lo llamé me contestó con su cerrado acento peruano y me dijo ‘claro pues compadre, a donde hay que ir o quieres venir con el a mi jato (casa) y aquí ensayamos’. Pues fue así. Pasamos una tarde fantástica -con el raro de Jorge, pues es la mejor palabra que lo describe -, y un risueño, desenfadado y easygoing Pepe Alva y sus hermanos, Carlos y Danni. A partir de esta experiencia, y tras luchar más de cuatro meses para que EMI le pagara por sus servicios, me fui haciendo amigo de Pepe, fanático de su musica rock con visos folclóricos suramericanos y de su gran corazón. Por eso su casa siempre mi casa en donde la familia Alva me recibió siempre como un hijo más. Pepe fue firmado por un productor argentino de nombre Oscar López, muy importante en la época del boom ochentero del rock en español (Miguel Mateos, Alejandra Guzmán, Caifanes). Pues bien, Lopez lo firmó para dos discos con Warner en un jugoso contrato, le grabó un primer disco y luego se le perdió del mapa con el dinero del segundo. Pepe se quedó sin sello y sin productor, teniendo que volver a empezar en forma independiente. Su propuesta es todavía un secreto por descubrir para todos aquellos que quieran algo verdaderamente especial.
Además de nuestra amistad, con Pepe compartimos el sueño de un Miami más diverso. Los grandes recitales que daba eran solamente equiparados por el “side business” que teníamos. Como él tenía el equipo y yo los discos, Pepe y yo tocábamos en fiestas privadas. Una vez nos dirigíamos a la fiesta de una oyente mía que nos había contratado para tocar en su fiesta. ‘Imagínate’ le decía yo a Pepe, por $ 300 dólares cualquiera puede tenernos en su casa tocando discos hasta el amanecer. Mientras manejábamos en dirección a la casa con la consola de sonido y altoparlantes gigantes, la camioneta de Pepe ¡se varó por gasolina! Y allí estábamos Pepe y yo, empujando su camioneta por las calles de Kendall a la estación de gasolina más cercana, en eso nos divisaron algunos de los que iban a la fiesta y gritaron “Mira a Kike Posada y a Pepe Alva empujando, jua jua!!”
Nada, que la cosa a veces se ponía difícil. Para la parte comercial de la revista y los negocios no me sentía muy seguro pero tuve que hace “de tripas corazón”. Mi primer acercamiento fue, como era de esperarse, a la industria discográfica, aquella que hasta el momento había sido solo una surtidora de discos y de invitaciones a almorzar o a viajes con motivo de cubrir un lanzamiento de un disco o un concierto. Cuando manifesté la naturaleza de del contenido de la revista, la mayoría de los ejecutivos celebraron la idea más se mostraron reacios a apoyar con publicidad si solo iba a dedicarme a cubrir el rock. “¿Por qué no pides plata para poner a Jon Secada en la portada?” me dijo un promotor, y yo le dije que prefería no hacer nada si era así. No tengo nada con Jon, es simplemente que no era el estilo que quería darle a la revista.
Recuerdo que el primer aviso lo puso Sony BMG (en ese entonces BMG US Latin) y lo ordenó Francisco Villanueva, entonces su director ejecutivo. ¿El aviso? Soda Stereo. Luego vino Mari Mondelo que estaba en WEA (Warner) y nos ayudó bastante y Jorge Pino cuando estaba en Sony así, sucesivamente. Lo que noté al poco tiempo era que para el tipo de artistas que yo quería promover, no había suficiente presupuesto y eso tenia una explicación: no vendían tanto como vendía el pop o lo regional mexicano o lo tropical. Por eso nos conformamos con lo que hubiera y a ampliar la base de clientes fuera de la industria del disco.
Con todo y esta determinación por ampliar el espectro de clientes, muy pronto me di cuenta que el camino no iba a ser fácil –como si no lo hubiera sabido ya- pero que, hasta el día de hoy, sigue siendo una constante.
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